3 mar 2014

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Yoga para afrontar el cáncer

Paloma Luque realiza la postura del árbol durante una sesión de yoga...

Cuando a Paloma Luque le diagnosticaron un cáncer, meses después de haber dado a luz a su segundo hijo, tuvo muy claro que el yoga podía serle muy útil en ese proceso. Su intuición no se equivocaba. De la misma forma que a ella le sirvió para estar tranquila y serena, esta práctica puede ser de gran ayuda a miles de personas a quienes acaban de detectar un tumor o están pasando por un difícil tratamiento.

La vida, el día a día, se paraliza en muchas ocasiones cuando una enfermedad llega. Bien por los tratamientos o por el miedo a que cierta actividad sea contraproducente, algunas personas optan por dejar a un lado sus hobbies. Sin embargo, la ciencia parece aconsejar lo contrario, por lo menos en cuanto al ejercicio físico y el yoga se refiere, y anima a los pacientes a que los practiquen. Así lo constata un estudio que ahora publica la revista Journal of Clinical Oncology y que avala las bondades del yoga incluso durante la fase de tratamiento del cáncer de mama.

"Yo había practicado yoga antes, pero al mudarme de Málaga a Madrid, casarme y tener a mi primera hija, lo dejé un poco aparcado. Fue tras tener a mi segundo hijo y pasar la cuarentena, al seguir sangrando y hacerme varias pruebas que me detectaron un tumor raro (cáncer trofoblástico del lecho placentario), cuando lo retomé de nuevo. Me ayudó a aceptar lo que me estaba pasando y lo que podía suceder. Empecé a practicar yoga todos los días hasta la operación. Fue fundamental para estar tranquila", asegura Paloma.

Ella no tuvo que recibir ni quimio ni radioterapia, así que un mes después de la cirugía en la que le extirparon el útero volvió al yoga. "Tenía la convicción de que era una herramienta fundamental para estar bien conmigo misma. Le agradezco a mi profesora que me aceptara, porque aunque no me encontraba bien físicamente, yo quería ir de oyente, y ella me lo permitió", recuerda esta licenciada en derecho que por las mañanas se gana la vida en un banco y por las tarde trabaja en un centro de yoga que abrió hace poco, Yogarati.

Desde su diagnóstico en 2002 hasta ahora, su vida ha estado ligada a esta práctica, pues tras dos años de estudio se hizo profesora de esta disciplina y entre 2009 y 2011 dio clases como voluntaria en la Asociación Española Contra el Cáncer, de la que ya formaba parte. "Fue un proceso, primero tuve ganas de aprender más y luego de poder ayudar a las personas con cáncer", afirma.

Durante la radioterapia

De la misma forma que Paloma vio empíricamente cómo el yoga servía a sus alumnos -la mayoría mujeres con cáncer de mama-, el grupo de Lorenzo Cohen, profesor y director del programa de Medicina Integrativa del MD Anderson (Houston, EEUU), pudo comprobar científicamente los beneficios de esta actividad en un grupo de 191 mujeres con cáncer de mama (con un estadio que iba del 0 al 3).

En el trabajo de Cohen se demuestra que el trabajo cuerpo-mente es superior a otro tipo de ejercicios, en este caso una tabla de estiramientos. Las pacientes fueron repartidas de forma aleatoria a participar en tres grupos: uno en el que participaron en un taller de yoga, otro, al que se le enseñó una tabla de estiramientos y un tercer grupo donde no se les ofreció ninguna instrucción ni de yoga ni de estiramientos. Las mujeres que formaron parte de los dos primeros grupos asistieron a clases específicas tres días por semana a lo largo de las seis semanas que se llevó a cabo su radioterapia.

A todas se les realizó una encuesta, se les tomó muestras de saliva y un electrocardiograma al inicio, al final del tratamiento y al cabo de unos, tres y seis meses después de finalizar el tratamiento. Tras analizar estos datos, se comprobó que las mujeres que habían practicado yoga tuvieron la mayor reducción de niveles de cortisol en saliva. Algo particularmente importante porque el aumento de los niveles de esta hormona del estrés están asociados a peores resultados en el cáncer de mama.

El beneficio no sólo se observó al terminar el ciclo de radioterapia sino que se prolongó hasta seis meses después en aquellas mujeres del grupo de yoga, que mostraron mejor salud en general y mejor rendimiento en su día a día. Además, ellas eran más propensas a encontrar un significado a su enfermedad que las de los otros grupos.

Resultados que no sorprende a Paloma. "Durante los tres años que estuve en la asociación, todos los pacientes coincidían en que el yoga les ayudaba muchísimo. Primero, a nivel físico, al tener el cuerpo más tonificado, flexible y activo. A nivel mental, se encontraban con más energía, serenidad y calma. Y también hacían referencia a una mejora a nivel espiritual".

Aunque ella ya no da clases allí, "sigo vinculada con la asociación, pero tras el tercer año sentí que un ciclo terminaba y decidí cerrarlo. Sólo puedo tener buenas palabras. Fue una experiencia dura, porque algunos pacientes murieron en el camino, pero también gratificante y bonita. Allí nos lo pasábamos genial, lo que primaba eran las buenas sensaciones: calma, armonía, paz... que nos dejaba siempre el yoga y la buena compañía".

Medicina integrativa

Poder aplicar estos beneficios a las personas con cáncer es la ambición de Pilar Linares, portavoz de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de servicio de Oncología Médica del Hospital de Mataró en Barcelona. "Hace unos 10 ó 15 años que existe un interés por reconducir la medicina alternativa hacia la corriente general de la medicina, es lo que se llama medicina integrativa. Los principales centros que hacen clínica e investigación sobre esto se encuentran en EEUU y entre los diferentes grupos en los que se divide esta disciplina está el de medicina cuerpo-mente donde se estudia el yoga. Hasta 2010 había una pequeña evidencia sobre el yoga, pero en ese año, durante el congreso americano de oncología (ASCO), Cohen presentó la primera gran investigación, realizada con 400 pacientes con cáncer de mama, donde se comprobó que el yoga mejoraba la calidad del sueño, reducía el cansancio y la ansiedad y bajaba la ingesta de medicación relacionada con esto".

El estudio que ahora publica va más allá, explica Linares, y lo compara con los estiramientos, que tenían evidencia de que por sí mismos reducen el cansancio, como así se ha constatado en este trabajo. Pero, lo que también se ha comprobado es que los beneficios del yoga superan a los de los estiramientos. "Porque mejora el estado anímico, la calidad de vida y da lugar a encontrar el significado de la enfermedad y el cambio se prolonga al menos seis meses después de la radioterapia", señala Linares, quien reconoce que en nuestro país no se ofrecen ayudas para investigar en este campo. "En nuestro medio no existe conciencia de sus ventajas, estamos un poco por detrás. Desde luego los que están a la cabeza son centros como el MD Anderson o el Memorial Sloan Kettering, donde se le da a los paciente la posibilidad de hacer estas actividades en el mismo entorno hospitalario".

Por último, esta especialista insiste en que hay que diferenciar aquellas terapias que sí cuentan con evidencia científica de las que no. "Natural no es igual a inocuo. Unas patillas de plantas pueden interferir con la quimioterapia, por ejemplo".

Porque, como asegura Cohen, se trata de facilitar una ayuda a las personas que pasan por un cáncer. "Pasar de un tratamiento activo -como la radioterapia- a la vida cotidiana puede ser muy estresante para las pacientes ya que no reciben el mismo nivel de atención médica. Enseñarles una técnica que genera una interconexión entre el cuerpo y la mente como es el yoga, como una habilidad de afrontamiento, puede hacer más fácil esta transición".

Este investigador actualmente está llevando a cabo la siguiente fase de este estudio para determinar qué mecanismos del yoga conducen a la mejora del rendimiento, de la calidad de vida y de los resultados biológicos durante y después de una radioterapia. Un segundo objetivo de ese ensayo será valorar el coste para el hospital, los servicios sanitarios en general y evaluar la productividad laboral de las pacientes que practican yoga.